
Acabo de mudarme a un barrio nuevo y jamás imaginaría que la primera conversación mantenida con nativos me llevaría hasta aquí. Resulta que necesitaba un par de kilos de pintura blanca ecoológica para temirnar la maldita pintura de Villa Varsovia. Marcándome un "suñé" (ya contaré en otra ocasión el origen de esta expresión), me he surtido en la droguería del barrio.
"-Pues el barrio ha cambiado a mejor", sostenía una nativa de avanzadísima edad. "¿Recuerdas al que mataron de un tiro ahí en los bloques azules por un hueco para aparacar? Si es que ese edificio, al que también conocían como el de la Granja, estaba lleno de gente mala y repleta de bajeza. Tenía licencia, sí. Pues qué licencia va a ser, la de tirar tiros, mujer".
"-Es cierto. Eso sería hace por lo menos treinta o cuarenta años, ¿no?", añadía un parroquiano de una edad algo menos avanzada, aunque también extensa. "Este barrio tiene su historia bien negra. Bueno, os acordaréis por lo menos de las tres niñas que atropellaron un poco más abajo. Si es que antes se atropellaba en Virgen de Montserrat con un facilidad...".
"-No me lo mientes. ¿Decías Coral para los platos? Y yo todavía me acuerdo de la Tere, la panadera, al que mató el hijodeputa de su marido, que después se ahorcó dos calles más abajo". Ampliaba la droguera con la mirada puesta en la memoria. "Pero vamos a dejarlo aquí, que me vais a asustar al niño".
"Es que el Guinardó tiene su cosa, ¿sabe usted? Aquí antes pasaban cosas. Ahora nos hemos hecho todos viejos y ya no salimos ni de casa. venga, cógete lo que sea el Coral, que ya no distingo las monedas unas de otras. Y atiende al niño, antes de se baje al Ensanche".