Cojo mi café y me retiro medio metro más allá. Y entonces pienso en mi gesto. ¿No te had dado cuenta, Georges? Segundos antes le enviabas un mensaje a un amigo pidiéndole quedar hoy porque te te dolía la soledad. Y ahora eres tú el que rechazas a dos personas con el mismo miedo que tú, que solo buscaban tomar un café con otra persona. Solo dos minutos.
Y dándole el último sorbo al café me pongo a llorar en la barra del bar recordando la letra de "Solo le pido a Dios". Ay, Mandell...
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