Que el viento me lleva a la locura es un hecho constatado. Tengo pruebas más que suficientes. Y podré demostrarlo sin necesidad de un abogado.
No necesito fotos ni grabaciones ni siquiera testigos que justifiquen ante el Mundo que, nada más levantarse el viento del norte, mi mente se nubla y mi voluntad se turba. Y no es cuestión de una rima asonante fácil.
Y silba el viento y se me mete hondo por el oído y me atraviesa la mente e imagino. ¿Fue así?
Subo la cuesta de casa en blanco y negro. Abro la llave en un tono azul. ¿Cómo se llamaba el viento frío que venía del mar?

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